En tiempos remotos o en algunas sociedades atrasadas los lazos de parentesco se confunden con las lealtades tribales, con las prácticas de los enlaces o matrimonios endogámicos y con los instintos de integración y protección que se da en el clan o en los vínculos fraternos y solidarios de las mafias de origen siciliano.Esas relaciones hacen que la familia se extienda hasta donde alcanzan a identificarse las identidades y compromisos comunes e identificables como responsabilidades o como un patrimonio colectivo compartido. En la sociedad tradicional esos vínculos son muy fuertes e incuestionables, tanto para las alegrías como para las ocasiones en que impone la tristeza.En la sociedad moderna, en la familia urbana, el parentesco se diluye hasta que son irreconocibles los vínculos familiares. Pongamos que cada quien, que cada lector, analice su propia situación: ¿Qué relaciones eficaces y frecuentes se conservan entre los hijos de los nietos de un abuelo común?.En la familia extendida, propia de la sociedad rural, prácticamente la comunidad es una sola familia, donde el decir…”nosotros somos familia”, abarca toda una serie de afinidades consanguíneas o genéticas que se pierden en la frondosidad de los árboles genealógicos.
En la familia nuclear urbana, los vínculos obligantes se van reduciendo a tal extremo que en los países más industrializados los padres instan a los hijos a formar tienda aparte y con ello romper las relaciones de dependencia en todo sentido. Económicamente eso puede ser muy eficiente y un poderoso estímulo para que los hijos asuman el costo material y hasta espiritual de su existencia. Sin embargo, habría que ponderar costos vs. beneficios…digo yo.
En nuestro país, La República dominicana, hay intentos de redefinición de amplios lazos de familiaridad, como lo es el caso de algunas familias que están celebrando encuentros (generalmente una vez al año), en los cuales se reúne a centenares de miembros que de otra manera no tendrían idea de que tienen antepasados comunes y por esa vía pueden encontrar un futuro compartido y, un muy amplio marco de afectos y complementariedades.
A pesar de esos efectos positivos, la continuidad familiar se encuentra en entredicho y valdría la pena ponderar cuanto vale la continuidad y cuanto
la discontinuidad, la ruptura y el desconocimiento de quienes basándose en un común origen podrían modificar sólidas oportunidades de refuerzo espiritual, social y hasta económico.
La continuidad es la clave. Es la clave en la familia, en la vida y hasta en los proyectos (de cualquier índole) que necesitan de tiempo, aliento y nuestro amor, para que parafraseando a Heráclito, siga siendo siempre el mismo río aunque nunca podamos bañarnos dos veces con la misma agua.
Continuidad para la vida, para la familia, para el amor…para las cosas.Por: Nery Estévez
jueves, 9 de diciembre de 2010
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