viernes, 11 de febrero de 2011

ACERCA DEL LIBRO DE JUAN JOSE AYUSO, “HISTORIA PENDIENTE: MOCA 2 DE MAYO DE 1861”.

Una característica notable de la obra de Ayuso es el numeroso uso de citas, algunas a su vez, muy extensas. Nada reprochable ha tener este procedimiento siempre que sirvan para demostrar una tesis que se enarbola. Pero en esa aventura intelectual, unida a su tozuda y prejuiciada inclinación, abusa tanto de las citas, que el destino le hace una mala jugada.

Cita extensamente a Roberto Cassá, y en ella éste afirma que la guerra restauradora tenía un “carácter histórico eminentemente conservador. No estaba presente ninguna perspectiva fundamental de desarrollo histórico progresivo por la vía nacional…” y solo 5 líneas más adelante el propio Cassá afirma: “Los grupos dominantes pequeñoburgueses que dirigieron la guerra restauradora tomaron cierta conciencia de la necesidad de promover un Estado nacional que posibilitase el desarrollo económico y el fortalecimiento de la clase dominante, lo que en principio, tenía un sentido histórico progresivo.”

Y uno se pregunta: ¿La restauración tenía un carácter conservador o progresista? ¿Estaba presente o no algunas perspectivas de desarrollo económico?

Más adelante y en la propia cita que Ayuso hace de Cassá este afirma “En realidad las posiciones conservadoras eran sostenidas sobre todo por el campesinado” (Sic, pág. 18 de Historia Pendiente). Pero en otra cita inmediatamente después que Ayuso hace de Juan Isidro Jiménez Grullón en su Sociología Política Dominicana, éste identifica a “la clase media campesina y al proletariado rural” como el soporte fundamental de la guerra restauradora. (Pág. 23, Historia Pendiente) Y vuelven las interrogantes ¡

Ayuso reproduce en su libro el mismo esquema de pensamiento que ya han desarrollado en nuestro país los apóstoles del haitianismo. La estrategia, el objetivo de ese pensamiento, consiste en presentar a los dominicanos y haitianos como una misma cosa borrando las diferencias radicalmente existentes entre una nación y otra. Uno de los componentes básicos de toda nación (junto a la lengua, desarrollo histórico y cultural común, territorio, etc.) lo es la religión. El autor del libro comentado hace suya la afirmación de Juan Isidro Jiménez Grullón en su Sociología Política Dominicana en el sentido de que la religión de los dominicanos es “una mezcla mágica de la liturgia católica con los ritos africanos de los esclavos en Haití y aquí.” (Pág. 128 Historia Pendiente) Se puede ser creyente o no, católico o no, pero igualar o asumir la práctica del catolicismo con la práctica del vudú solo puede obedecer a la más extrema ceguera o a la intención interesada. Para el caso de Ayuso, se lo atribuyo esta última.

Parte importantísima de ese esquema al que aludo, es la valoración de la restauración de la república que hacen los intelectuales fascinados por la negritud en oposición al proceso de independencia nacional desarrollado contra los haitianos. En ellos es común (y Ayuso lo reproduce) atribuirle importancia solo a la restauración de la República (1863-1865) y reducir o diluir la importancia de la independencia nacional lograda en lucha contra los haitianos. La restauración se logró en lucha contra los “blancos colonizadores españoles” y para ellos esta es la que cuenta. La independencia nacional lograda contra los haitianos no cuenta y carece de importancia. Este era un proyecto mezquino y racista como Ayuso insinúa en la página 125 de su obra.

El proyecto de independencia nacional encabezado por Duarte y los trinitarios, contrario al decir de los haitianófilos, fue lo que hizo posible la independencia nacional, el surgimiento del Estado dominicano y el inicio de una vida independiente como nación y como Estado. Las luchas militares por la independencia abarcaron más de 12 años hasta derrotar definitivamente la pretensión haitiana de someternos y desconocer nuestros derechos soberanos como nación con características absolutamente diferentes a la de la haitiana. Es común a todos los intelectuales haitianófilos, empequeñecer la importancia de las luchas militares contra los invasores haitianos y cuando no, pretender borrarlas como si estas no hubiesen existido. A esto agreguemos dos afirmaciones sostenidas con frecuencia por esos sectores: 1- La prédica de que la ocupación de nuestro territorio en el 1822 había sido solicitada por sectores de la vida nacional; (Pág. 126, Historia Pendiente) y 2- Las supuestas bondades y beneficios de la ocupación haitiana. Ya algunos estudiosos de nuestra historia y de esos hechos en particular han mostrado la falsedad de tales afirmaciones. Pero, ¡ojo!; al enarbolar esos juicios no solo descalifican el proyecto de independencia duartiano y de los trinitarios sino que nos presentan como idiotas que, primero pedimos la ocupación y luego derramamos mucha sangre y sacrificio luchando contra lo que realmente nos beneficiaba: la dominación haitiana. En su decir, la única razón que tuvimos (y sobre todo Duarte y los trinitarios) para luchar contra los haitianos es que estos eran negros y nosotros no queríamos saber de negros. (Pág. 126, Historia Pendiente) Éramos y somos racistas. Pero, contrario a lo que piensa Ayuso y los usuarios (no autores) de la fuente de donde se nutren, no son los dominicanos, sino los haitianos uno de los pueblos con mayor aposentamiento y práctica del racismo en el continente. El racismo de los haitianos y su desprecio contra los no negros es tal, que adquirió rango constitucional y se mantuvo así, durante más de un siglo. El registro histórico de ese racismo es bastante amplio y no conoció fronteras. Se inició en el propio Haití pasando por las armas a la mayoría de la población blanca, prohibiéndole a los pocos que quedaban vivos o no salieron huyendo, la posesión de propiedades y hasta contraer matrimonio con mujeres de color negro. Ocupada esta parte de la isla el asunto no fue menor: el degüello y destrucción de poblados de mulatos o blancos estuvo a la orden del día y fue una constante .El terror haitiano provocó una masiva estampida de muchos de nuestros mejores hombres de saber e ilustración hacia Puerto Rico, Cuba y Venezuela. La voluntad (con amparo jurídico) de ennegrecer la población no solo radicó en la matanza y huida de blancos y mulatos. También encontró realización ese exclusivismo racial, en la importación de negros de Norteamérica y otros lugares para poblar con negros el territorio dominicano.

Para concluir, no puedo pasar por alto la invocación o “revelación” final que Ayuso hace del “Ser” que “ilumina” al anti-dominicanismo, que encontró huéspedes en nuestro país hace varias décadas y constituye la fuente que ha deslumbrado a algunos intelectuales, pensamiento por el cual Ayuso se siente “poseído” en sus afanes: Jean Price Mars. “El estudio del intelectual e historiador haitiano ( JeanPrice Mars) permite una mejor comprensión del conflicto de los dominicanos con su identidad y autenticidad como pueblo de mestizos y negros sometido desde siempre al gobierno y la cultura alienantes…” dice Ayuso en la página 128 de su libro. Considera, además, que su estudio es obligatorio.

Esta idea revela la parcialización y la adscripción de Ayuso al racismo, al anti-dominicanismo que Price Mars sustentó sobre la base del desprecio hacia un pueblo que se fue conformando durante un desarrollo histórico con un perfil propio y una manera de ser diferente a los haitianos. Un pueblo o nación que constituye la expresión de la mezcla racial y cultural de los nativos indígenas, de los negros africanos y del blanco español y tiene por lo tanto, mayor diversidad y herencias. Somos fruto de eso, independientemente de las causas que lo originaron y este, es un hecho real incontrastable que no se puede borrar, De las herencias así recibidas, culturales, sociales, políticas, religiosas y lingüísticas no podemos desprendernos. Ni debemos avergonzarnos. Esta lengua que hablamos, tesoro mayor que nos dejaron los colonizadores al llevarse el oro (Neruda), representa mucho y lo envuelve todo.¡ Que pena que se tenga tan poca conciencia de ello!

Manuel Arturo Peña Batlle fue el mayor estudioso de los problemas de la dominicanidad. El no tuvo razón en todo, pero tuvo un pedazo significativo de la verdad que no se puede ignorar. A pesar de su inclinación ideológica. A pesar de su inclinación política. A pesar de su servicio a la tiranía trujillista. Nadie que se respete puede ignorarlo a la hora de estudiar los problemas de la dominicanidad. Colocar a Price Mars en el estudio de este tema ignorando a Peña Batlle y a otros excelentes estudiosos nuestros invalida de antemano cualquier juicio y lo sitúa en el plano de lo parcial.
Peña Batlle sirvió al trujillismo y el trujillismo se sirvió de él en la etapa más productiva de su vida. Pienso que hizo mal. Pero no solo por eso ha de juzgársele como intelectual. Y a Price Mars, ¿cómo hemos de ver los dominicanos a Jean Price Mars, que dedicó su vida intelectual a difamar al pueblo dominicano de todas las maneras que le fue posible tras la apariencia de “estudiar” los problemas de Haití y la República Dominicana?

A Peña Batlle se le endilga, y con razón, su trujillismo. Pero los 51 años en que Price Mars ejerció la diplomacia de su país, ¿a que gobiernos le sirvió? ¿A demócratas y liberales? ¿En que consistió su enaltecimiento de la negritud y su exclusivismo negro? Y, ¿Vivió él de conformidad con el exclusivismo negro que predicó?Por Ángel Domínguez.

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