“La historia le ha hecho justicia a la figura de Ramón Cáceres”
Yaniris López/Listin Diario
MOCA Y SANTO DOMINGO.- Haber conocido la historia de Ramón (Mon) Cáceres de primera mano y vivido las consecuencias de los acontecimientos que siguieron al asesinato del entonces presidente de la República el 19 de noviembre de 1911, los convierte en avezados conocedores del gobierno que, según muchos historiadores, marcó el inicio del progreso en el país.
Al cumplirse 97 años del crimen, Mario Cáceres Rodríguez, Ramón Cáceres Troncoso y Ana Remigia Cáceres Ureña, nietos e hija de Mon, comparten con LISTÍN DIARIO parte de la historia que les fue contada, que vivieron, hoy recuerdan y siguen estudiando con pasión.
La historia ha honrado el nombre de Mon
Mario Emilio Cáceres Rodríguez es hijo de Ramón Arturo, el primogénito de Mon Cáceres y Narcisa Ureña. Ramón Arturo tenía 14 años cuando su padre murió y estudiaba en Alemania.
¿Qué pasó con los Cáceres Ureña tras la muerte de Mon?
Mi padre regresó al país y junto a los hermanos de Mon se hizo cargo de la familia. Todos se dieron a la tarea de trabajar en Estancia Nueva la agricultura y la ganadería para el sostenimiento de la familia, que era pobre, porque Mon no dejó ninguna fortuna. La mayoría de la familia permaneció en Moca hasta los 60. A la muerte de Trujillo muchos se fueron a Santo Domingo, en procura de mejor vida, y otros se fueron al extranjero.
La casa estuvo ocupada hasta 1984 por Ana Delia, una de las hijas de Mon. Cuando mi padre estudiaba en Alemania recibió el apoyo del embajador allá, que era José del Carmen Ariza. Ana Antonia, la primera hija de Mon, estudiaba en Nueva York y recibió el apoyo de la familia Griser-De Moya. Eso lo agradece mucho la familia Cáceres.
¿Qué informaciones recibían mientras crecían?
Lo que más oíamos era que no participáramos en política. Nos lo decía la abuela Narcisa. A Remigia (la mamá de Mon) no la conocimos. Nos decían que no participáramos porque tenían malos recuerdos de la política, con la historia de Manuel Altagracia (Meme), el papa de Mon, asesinado en Santo Domingo porque tenía todas las posibilidades de ser elegido presidente de la República en 1878, y luego con lo de Mon.
Nuestros padres y tíos fueron cuidadosos con la política. Ya algunos nietos hemos participado en asuntos políticos, a nivel de posiciones importantes: Ramón Cáceres Troncoso, que acompañó a Donald Reid en el Triunvirato, y Héctor García Godoy, que fue presidente provisional en 1965. Otros hemos ocupado posiciones en la administración pública. Yo estuve en el Banco Agrícola como administrador, y como secretario de Agricultura en 1982 de manera interina, porque Hipólito salió de licencia debido a sus aspiraciones como senador por Santiago y el presidente Guzmán me designó.
Hemos preferido ser cooperadores en todo el sentido de la palabra en los asuntos que tiendan al progreso colectivo del país, pero no hemos tenido ni procurado ambiciones por encima de lo correcto...
¿Cómo califica al gobierno de Mon?
A Ramón Cáceres se le criticaron dos actuaciones duramente: la pacificación de la Línea Noreste y la Convención Dominico-Americana. La pacificación, porque fue una decisión de establecer el orden a cualquier costa, lo logró, indudablemente, porque era precisamente en la línea donde surgieron los problemas más grandes de agitación y de subordinación.
La Convención, para mí, le brindó la oportunidad al gobierno de recibir una asesoría en administración a través del sistema de colecturía, que eran las aduanas principalmente, y que se utilizaran personas serias y bien orientadas por aquellas personas que el gobierno norteamericano designara para determinadas funciones en ese orden.
La convención y la pacificación de la Línea fueron, a entender de muchos, lo que le dio en gran parte la oportunidad para ejercer un gran gobierno. Se criticó en ese momento pero a la larga, con todos los problemas que ha tenido el país, incluso haber tenido que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a otros organismos internacionales y con los desastres que han ocurrido con esos préstamos internacionales, la gente ha entendido que la Convención Dominico-americana fue muy favorable para el país. Por eso le decía que año tras año se están convenciendo prácticamente todos los historiadores y la gente que tiene sensatez, que Ramón Cáceres ejerció un buen gobierno.
Si Mon no hubiera muerto
Si a Mon no lo matan las dos cosas habrían sido malas. Si no llegaba Mon en esa época, 1905, con la debilidad de Languasco, con las apetencias que había y la gente aspirando y un Desiderio Arias embromando, un Zenón Ovando, un Zenón Toribio y un Demetrio Rodríguez embromando y un Cirilo de los Santos que era un energúmeno, como dice Balaguer en Los Carpinteros, nadie sabe lo que hubiera pasado. Mon frenó todo eso, reorganizó el país, cogió a todas estas instituciones militares, civiles y culturales y les dio un apoyo tremendo.
Murió un domingo en la tarde
Salió a las 3:00 de la tarde y a las 4:00 y media le cayeron a tiros en la Independencia. Buscó ayuda en la casa de Santiago Michelena y tenía tanto pudor que al no estar Santiago en la casa -estaba la señora en el baño con una de las muchachas de servicio y ella le dijo que se sentara y él no quiso-, salió y quiso ver cómo enfrentaba el grupo cuando el cochero, muy leal, les tiró el coche encima y ahí le cayeron a tiros. De ahí lo llevaron a la casa de Pancho Peynado, trataron de cruzarlo a la Legación Americana pero ya prácticamente estaba muriendo.
La familia está procurando que en el lugar donde murió se coloqué algún señalamiento.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario