1955-2007Hoy, 8 de Noviembre de 2008, se cumple un año de la irreparable y nunca bien entendida partida de nuestro hermano Javier. Justo es recordarlo como lo que fue: un hijo ejemplar, excelente esposo, padre amoroso y fiel amigo, un dechado de bondades y virtudes, de nobleza y grandeza humana, que cobijaba con orgullo, decir que era de aquí, de este su barrio, su sector al que amaba y quería, junto a todos sus amigos de la infancia.
Vino al mundo, entre la riqueza de amor que le prodigaba su madre, María Petronila González, doña Yía, en medio de las limitaciones materiales que imponía la pobreza.
Desde pequeño abrazó el trabajo duro de la zapatería para ayudar a su familia, viéndose obligado a dejar la escuela. Creció en el barrio, en la parte baja de la calle Corazón de Jesús de Moca, lugar del que nunca se marchó, no obstante residir en el extranjero. Sus vecinos, amigos y familiares le acompañaron siempre en su corazón y memoria. Nunca les olvidó, siempre estuvo presente, ayudando, resolviendo problemas, en fin, haciendo lo que le gustaba hacer: servir a los demás. Regresó a la escuela después de adulto, pero el imperativo de mantener a su familia le volvió a alejar de la enseñanza pública. Sería al lado del profesor Juan Bosch, incursionando en la política, donde desarrollaría su inteligencia natural, su intuición y agudeza de juicio penetrantes.
Emigrar a los Estados Unidos con su esposa Clarissa, tener sus dos retoños, Claribel y Javier Antonio, le hizo madurar como ser humano. Alejado fisicamente de la Patria, se dedicó a cultivar el arte de los negocios. Y prosperó. Sus nuevas condiciones de vida no le hicieron olvidar su barrio, su gente, su pueblo de Moca, pues en su sensibilidad genética floreció la solidaridad, labrada en el pensamiento de su maestro, Profesor Juan Bosch.
Hoy recordamos a Javier con una flor y una sonrisa. No hay espacio para la tristeza, aunque sí para una lágrima que abone su siembra solidaria a través de sus frutiferos años de vida.
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