Aunque, como todo dominicano, fuimos bautizados y educados en los fundamentos de la religión cristiana, católica. Con el transcurso de los años, el fervor religioso característico de la niñez, se va enfriando. Para dar paso a la conciencia crítica de la juventud y luego al escepticismo, derivado del conocimiento de las doctrinas filosóficas y científicas, que enjuician y hasta llegan a cuestionar los asuntos cardinales de la fe religiosa.La madurez y los avatares que estremecen la existencia humana, nos acercan de nuevo a la fé, cuando la paz del discernimiento, apoyado en las experiencias , nos permiten, examinar el fenómeno religioso, desde una óptica más cristalina, no ajena a algunas vivencias, que podríamos considerar, sino milagros, bendiciones divinas, inexplicables desde la lógica científica.
La noticia del noble acto del perdón, que pidiese el obispo de la diócesis de Mao Montecristi, Monseñor Diómedes Espinal de León, En la celebración de los actos conmemorativos a la patrona de la comunidad ; Nuestra señora del Rosario, al pueblo haitiano , por la supuesta matanza del 2 de octubre de 1937, que habría sido ordenada, por el dictador Trujillo, en un acto de evidente desesperación, al no poder controlar por los métodos convencionales, la invasión haitiana, no declarada, que se estaba produciendo, hacia el territorio de la república, no obstante, haberse firmado el 27 de febrero de 1935 en Sto. . Dgo. Un acuerdo con el presidente haitiano Stenio Vincent, que ponía fin al conflicto limítrofe fronterizo y firmado un protocolo adicional en el 1936 en Puerto Príncipe, donde se ordenaba la construcción de la carretera internacional , costeada por ambos estados y el establecimiento de las 311 pirámides, que limitan el territorio dominicano y el haitiano, donde se le hicieron varias concesiones al estado haitiano, como el sector dominicano de La Miel, ocupado por haitianos, poniéndose en ese tratado fin a 53 años de discusiones fallidas.
Ese acto de hostilidad, fue el producto de un gobierno dictatorial, que no fue consultado ante los estamentos legales de la voluntad popular, entonces, mal podríamos ser los dominicanos, responsables, de cualquier actuación derivada de la voluntad del dictador Trujillo, aunque aquel acto, estuviese justificado, en la preservación de la soberanía dominicana.
Mientras este obispo pedía el perdón del obispo haitiano en la misa de la patrona Nuestra Señora del Rosario, en la diócesis de Mao Montecristi
Simultáneamente en el municipio de Moca , en los terrenos contiguos a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en las excavaciones que se realizan para la remodelación del antiguo parque municipal, aparecieron las osamentas, de unos enterramientos no conocidos hasta entonces, cuyas características parecen indicar, pertenecen a épocas anteriores a los años 1860, años a partir de donde están documentados los enterramientos en el cementerio más viejo del que se tenía conocimiento en Juan Lopito , donde está actualmente la plaza 2 de mayo.
Las características de los enterramientos, nos dan el pálpito, de que podría tratarse de las víctimas de los degüellos, llevados a cabo en la iglesia y la población, por las tropas Haitianas de Dessalines, el 3 de abril de 1805, que iban comandadas por el sanguinario Henry Christopher, cuando se batían en retirada, luego del infructuoso sitio de la ciudad de Santo Domingo, habiendo arrasado previamente a las ciudades de La Vega, Cotuí y San Francisco de Macorís y luego de Moca, Santiago.
Según narraron Gaspar Arredondo Pichardo y Alejandro Llenas, cuando el padre Fray Pedro Geraldino, llamó a los fieles para un Tedeum, bajo la garantía de los haitianos , una vez dentro, la soldadesca haitiana, cerró las puertas de la iglesia, matando a cuantas personas pudieron, el sacerdote fue ensartado a bayoneta, en el presbiterio había 40 niños degollados y encima del altar mayor, la Señora Manuela Polanco de Santiago, yacía, herida de muerte, Doña Antonia David que resistió, los deseos de uno de aquellos feroces animales, fue clavada atravesada con una bayoneta de una de las puertas de la iglesia. Don Antonio Geraldino, Don Mateo Muñoz y el capitán Don José Lizardo, fueron sorprendidos en sus casas, amarrados a sus camas y quemados vivos con las viviendas. La población sobreviviente, fue acarreada hacia Haití, junto con el ganado. Los ancianos y rezagados, que no podían mantener la marcha, eran asesinados. Cuando la caravana llegó al río Esperanza, los apetitos de la soldadesca haitiana se desfogaron, sobre las pocas niñas que aún no habían sido violadas, sin importar su tierna edad.
Los signos que despiertan la sospecha de que esos enterramientos corresponden a las víctimas del degüello y vandalismo de los haitianos de Dessalines son;
La ausencia de ataúdes, en una población agrícola, donde la madera abundaba.
Sino que estaban envueltos en frazadas.
Las pocas pertenencias, halladas en los enterramientos, suponen un saqueo previo de los muertos, como debió ocurrir luego de la matanza.
La existencia de cal viva en los enterramientos, para prevenir epidemias y malos olores supone la inhumación masiva, y quizás a poca profundidad, por lo arduo de la labor, que debió ser ejecutada por los pocos sobrevivientes que lograron escapar al desastre, este tipo de entierros, no se estila en entierros rutinarios y unipersonales.
El hecho de que se tratara, casi de un enterramiento clandestino, supone el temor del regreso de los criminales, temor a la profanación y quizás el deseo del olvido de la afrenta.
La coincidencia del hallazgo, de los enterramientos, simultáneamente a los actos de penitencia de la diócesis de Mao Montecristi, parece un acto sobrenatural, como si la sangre derramada en aquella orgía infernal, clamara también, la justa retribución por la parte haitiana, que nunca ha implorado el perdón por esa ni por muchas otras atrocidades muy bien documentadas históricamente y que representan una deuda de sangre y odio que permanece en la memoria colectiva de la nación.
Creemos, que la divina providencia, ha realizado un milagro de justicia, al producir este develamiento, como para colocar el fiel de la balanza de la justicia divina, en el ángulo adecuado, para corregir los deslizamientos de la razón, que los humanos por desconocimiento u otros motivos, aveces ocasionamos en el devenir histórico.
fuente.www.victorsuarez.com.do
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